En las últimas décadas el término “globalización” ha sido tan difundido, que
parece que sólo desde ahora, ha llegado a ser un concepto indispensable en la
evolución de nuestras sociedades. Sin embargo, con una rápida mirada
escudriñando el pasado, se puede observar y decir que la aparición de procesos
emparentados con ella tienen su origen desde hace siglos, si no es que milenios,
a lo largo del desarrollo de la humanidad.
De las experiencias vivenciales de las últimas décadas, se explora la
penetración que ha tenido el término y los procesos de “globalización” en
nuestras sociedades, en especial en la administración de las organizaciones,
tratando de determinar las ventajas y desventajas que se han obtenido al
promover ciertas conceptualizaciones.
Del análisis de las consecuencias obtenidas, se descubre que las
desventajas son resultado de implantar conceptos y procesos con características
limitadas, que han propiciado resultados que impactan más desfavorable que
favorablemente, el presente y la evolución futura de la humanidad y de nuestro
planeta Tierra. Situación que plantea la indispensable necesidad de ampliar, de
manera más sistémica, la conceptualización de la globalización, para promover
un mejor y verdadero desarrollo.
En los años ochentas y noventas del siglo pasado,se comenzó a definir e impulsar explícitamente el concepto de globalización como un proceso fundamentalmente económico, consistente en
esfuerzos para impulsar una creciente “integración” de las distintas economías
nacionales en un único mercado capitalista mundial.
Para la instrumentación fundamental de esta orientación, se reforzó el
papel de dos organismos especializados de la ONU, el Fondo Monetario
Internacional (FMI), cuyos objetivos principales establecían la promoción de
políticas cambiarias sostenibles a nivel internacional, facilitar el comercio
internacional y reducir la pobreza; y el Banco Mundial (BM), cuyo propósito
declarado era reducir la pobreza mediante prestamos de bajo interés, créditos
sin intereses a nivel bancario y apoyos económicos a las naciones en vías de
desarrollo, organismos que han impulsado e impuesto a los países,
principalmente a los apoyados, las condiciones de implantar el modelo
neoliberal.
Otro instrumento de esa orientación lo ha constituido la Organización
Mundial de Comercio (OMC), creada primordialmente para administrar los
acuerdos comerciales, de aranceles, de servicios y de propiedad intelectual
negociados por sus miembros, foro de negociaciones comerciales multilaterales,
administrar procedimientos de solución de diferencias comerciales, supervisar
las políticas comerciales y cooperar con el BM y el FMI con el objetivo de lograr
una mayor coherencia entre la política económica y comercial a escala mundial.
A pesar de que la OMC ha resultado un instrumento del neoliberalismo y,
por tanto, del libre comercio, ese concepto no figura explícitamente entre sus
objetivos, pero en sus foros los estados miembros buscan acuerdos para la
reducción de aranceles y por tanto, para la liberación del comercio.
Otro de los más importantes instrumentos en el impulso del
neoliberalismo ha sido el documento conocido como el Consenso de
Washington, que fue elaborado para sintetizar lo que los organismos financieros
internacionales y centros económicos, con sede en esa ciudad de Estados
Unidos, quiere como reformas políticas, originalmente expresadas, como un
conjunto de medidas económicas pensadas para los países en desarrollo, pero
que con el tiempo se convirtió en un programa de aplicación general mundial por
los organismos internacionales.
El programa que impulsa el Consenso de Washington, contempla como
puntos primordiales: Disciplina fiscal, Reordenamiento de las prioridades del
gasto público, Reforma Impositiva, Liberalización de las tasas de interés, Una
tasa de cambio competitiva, Liberalización del comercio internacional,
Liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas, Privatización,
Desregulación y Derechos de propiedad.
Otra característica que se ha impulsado en el panorama de esta
orientación, es la difusión del concepto de “competitividad”, es decir, en la
necesidad de crear una ventaja competitiva, a través del énfasis de que en los
procesos de producción de bienes o servicios, es un imperativo incrementar la
mejora de las “cadenas de valor”, debiéndose esforzar en la reducción de los
costos y aumentar los productos, enfatizando los retornos económicos y
financieros.
De esa manera, se piensa que la creación de esa ventaja competitiva es
lo que permite triunfar a las empresas para dominar, si no es que eliminar, al
competidor en el juego del libre mercado.
Esta globalización, impulsada y defendida por el neoliberalismo, resulta
entonces, más económica, financiera, comercial y cuenta con el apoyo de las
tecnologías de la información y comunicación
Como se ha visto, una de las características fundamentales de la globalización
ha sido su espíritu de expansión, que quizás surge aparentemente de una
cualidad humana, sin embargo, quizás lo que le ha hecho falta, es la toma de
una conciencia sistémica.
Desde mediados del siglo pasado el surgimiento del movimiento de
sistemas expresó la necesidad de una transformación indispensable de percibir,
aproximarse y actuar en la realidad.
De la crítica de la aproximación reduccionista, ese movimiento propuso
adoptar una visón “expansionista”, en el sentido de considerar la necesidad de
que para tratar de entender algo, ese algo debe conceptualizarse como parte de
un contexto mayor que lo contiene, descubriendo en ese ampliar de las
conceptualizaciones, la necesidad de acercarse a la realidad considerándola
como un “sistema”, un “todo”, una “gestalt”, integrado.
En un sistema, sus partes o elementos, que forman ese “todo”, están
interrelacionadas, interactuando entre ellos, de tal forma que el comportamiento
de cada elemento afecta el comportamiento del todo, el comportamiento de todo
elemento, depende al menos del comportamiento de otro elemento y todo
subconjunto de elementos se comporta, como se ha mencionado, que lo hacen
los elementos.
Un sistema, así concebido, resulta un todo que funcionalmente es
indivisible, que si lo partimos (desde el punto de vista estructura), se afecta su
comportamiento, su funcionalidad como el todo del sistema original.
Por la característica anterior, el movimiento de sistemas propone y
difunde el uso del pensamiento sistémico o sintético, enfatizando que en primer
lugar hay que “sintetizar”, poner los elementos junto con otros para considerar
un todo mayor, un supra-sistema, para tratar de determinar el papel que
desempeñan en ese todo mayor y, después, en segundo lugar, “analizar” el
comportamiento o funcionamiento de cada elemento.
Otra característica que propone y difunde el movimiento de sistemas, es
la necesidad de la participación de todos los actores involucrados con el
sistema, es decir, de todos aquellos que afectan y son afectados por el
comportamiento o funcionamiento del mismo, considerando que su propio punto
de vista, también es indispensable ser tomado en cuenta.
Como se ha descrito, todos los procesos de globalización han contenido
una cierta característica de “expansión”, con una orientación muy limitada,
enfatizando primordialmente los aspectos económicos, financieros y
comerciales, dejando a un lado otros aspectos que deberían ser considerados
como esenciales. Por tanto, se ha producido una globalización que no es
verdaderamente global, que no constituye un sistema, como un todo, pues
muchos elementos han quedado fuera de la consideración y por tanto del
beneficio a que tienen derecho.
Lo que le ha faltado a la globalización es tomar conciencia de la
necesidad indispensable de adoptar una aproximación sistémica con las
características que el movimiento de sistemas ha difundido, arriba presentados,
que conlleva la consideración y respeto de todos los actores involucrados, con
todas sus propias características personales, sociales y culturales, con sus
propias necesidades y deseos.
Una globalización sistémica que trate de armonizar las relaciones entre
los elementos y con el todo, que busque el mejoramiento de la interacción, entre
otras, las relaciones de lo local y lo global, entre distintas identidades culturales,
de desigualdad y de inequidad, así como la de dominador-dominado y que
equilibre la competitividad con la cooperación, reconociendo que éstas definen
todo un espectro de posibilidades, en que se puede definir el punto intermedio
más apropiado a toda circunstancia y que impulsa la colaboración, la solidaridad,
de todo actuar humano.
La administración de las organizaciones, sean estas gubernamentales,
publicas, privadas o sociales, esta urgida de tomar conciencia de los beneficios
de adoptar y promover de manera mas eficiente y eficaz la orientación sistémica
en general, de considerar su quehacer y a las organizaciones mismas, como
sistemas, y en especifico, para reorientar la globalización para tratar de incidir en
las problemáticas producidas por el uso de una conceptualización limitada de
globalización económica, financiera y comercial que ha puesto al planeta y a la
humanidad al borde de situaciones de subsistencia, verdaderamente criticas.
CONCLUSIÓN
Sólo con el impulso de una globalización verdaderamente sistémica, se podrá
comenzar a dejar de impulsar el concepto de “crecimiento” limitado, tratar de
darle sólo su propia dimensión, en el concierto de otros factores, y reconociendo
que el crecimiento económico es un factor necesario, pero no suficiente para la
persecución de un verdadero “desarrollo” humano y social, en armonía con el
entorno natural de nuestro planta Tierra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario